domingo, 10 de mayo de 2009

LAS PALOMAS DE DIANA

Al cerrar los ojos, de una manera natural, me dejé llevar por mi respiración mientras buceaba por adentro. Así estuve unos minutos, alineando, ajustando, observando; un tanto desorientado por el nuevo ambiente en el que me encontraba. Por ello lo que hacía era en cierto modo mecánico, reflejo de muchos años de práctica, en cierto modo, desorientada. Llegó un punto en el que me di cuenta de que, a pesar de mi relativa consciencia de tensión, respiración, postura, la mente estaba dando unos saltos de olimpiada y desde luego muy lejos de la calma a la que yo, inconscientemente, estaba aspirando. Pensé: pero bueno, no estoy en el ejercicio, ¿ qué mas da que la mente baile a su antojo ? Y en ese momento sucedió: "vi" cómo la mente se marchaba, con toda su verborrea, y "sentí" que eso que se marchaba no era Yo. Y lo pensé y lo formulé en palabras, comprobando que, en efecto, la mente no era Yo, pero que Yo no era ajeno a mí. El silencio se asomó y el maestro dio fin a la sesión. Unos salen de su cuerpo y viajan. Otros salimos de nuestra mente. Y viajamos.


(Albrecht Ohneziel: "Puente del Arco Iris"; Praga, 1927.)